EVANGELIO
&ldquo;Maestro, que pueda ver&rdquo;. 
Del Santo Evangelio seg&uacute;n San Marcos (10, 46-52)
En aquel tiempo, al salir Jes&uacute;s de Jeric&oacute; en compa&ntilde;&iacute;a de sus disc&iacute;pulos y de mucha gente, un ciego llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al o&iacute;r que el que pasaba era Jes&uacute;s Nazareno, comenz&oacute; a gritar: &ldquo;&iexcl;Jes&uacute;s, hijo de David, ten compasi&oacute;n de m&iacute;!&rdquo; Muchos lo reprend&iacute;an para que se callara, pero &eacute;l segu&iacute;a gritando todav&iacute;a m&aacute;s fuerte: &ldquo;&iexcl;Hijo de David, ten compasi&oacute;n de m&iacute;!&rdquo;. Jes&uacute;s se detuvo entonces y dijo: &ldquo;Ll&aacute;menlo&rdquo;. Y llamaron al ciego, dici&eacute;ndole: &ldquo;&iexcl;&Aacute;nimo! Lev&aacute;ntate, porque &eacute;l te llama&rdquo;. El ciego tir&oacute; su manto; de un salto se puso en pie y se acerc&oacute; a Jes&uacute;s. Entonces le dijo Jes&uacute;s: &ldquo;&iquest;Qu&eacute; quieres que haga por ti?&rdquo; El ciego le contest&oacute;: &ldquo;Maestro, que pueda ver&rdquo;. Jes&uacute;s le dijo: &ldquo;Vete; tu fe te ha salvado&rdquo;. Al momento recobr&oacute; la vista y comenz&oacute; a seguirlo por el camino. 
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Palabra del Se&ntilde;or
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REFLEXI&Oacute;N 
Las tres lecturas de este domingo nos presentan la compasi&oacute;n de Dios, su paternidad, su amor que se revela definitivamente en Jes&uacute;s. El profeta Jerem&iacute;as, en pleno desastre nacional &ndash;y mientras el pueblo estaba deportado- anuncia que &ldquo;El Se&ntilde;or ha salvado a su pueblo, a los sobrevivientes de Israel&rdquo;. S&iacute;, el Padre cuida a sus hijos y les abre una v&iacute;a accesible, una forma de consolaci&oacute;n despu&eacute;s de tantas l&aacute;grimas y tantas amarguras. Si el pueblo permanece fiel, si persevera en buscar a Dios, incluso en una tierra extranjera, Dios cambiar&aacute; su cautiverio en libertad, su soledad en comuni&oacute;n: lo que hoy siembra el pueblo con &ldquo;l&aacute;grimas&rdquo; ma&ntilde;ana lo cosechar&aacute;, alegremente, entre &ldquo;cantares&rdquo; (Cfr. Salmo Responsorial). El pasaje de la Carta a los Hebreos nos ha presentado &ndash;con gran realismo- la compasi&oacute;n de Jes&uacute;s. Tambi&eacute;n &Eacute;l mismo &ldquo;est&aacute; envuelto en debilidades&rdquo;, se nos dice, para sentir compasi&oacute;n por quienes yacen en la ignorancia y en el terror. Jes&uacute;s es el Sumo Sacerdote grande, santo, inocente, pero al mismo tiempo Alguien que ha compartido nuestras debilidades y ha sido puesto a prueba en todo como nosotros, menos en el pecado. Por eso es el Mediador de la nueva y definitiva Alianza que nos da la salvaci&oacute;n. El creyente es una persona que ha experimentado vivamente lo que significa alegrarnos por la gracia de una cosecha que siempre va m&aacute;s all&aacute; de nuestras fuerzas y de nuestras capacidades. El evangelio nos remite directamente a la primera Lectura: as&iacute; como el pueblo de Israel fue liberado, gracias a la paternidad de Dios, tambi&eacute;n el ciego de nacimiento fue liberado gracias a la compasi&oacute;n de Jes&uacute;s, que acababa de salir de Jeric&oacute;. A pesar de que apenas hab&iacute;a emprendido el camino m&aacute;s importante &ndash;el que va hacia Jerusal&eacute;n- &Eacute;l se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar por su petici&oacute;n, se deja implicar en su situaci&oacute;n. No se contenta con darle una limosna, sino que quiere encontrarlo &ldquo;personalmente&rdquo;. En efecto, s&oacute;lo el encuentro personal con Jes&uacute;s da al hombre la fuerza suficiente para afrontar las situaciones m&aacute;s graves. Los disc&iacute;pulos de Jes&uacute;s estamos llamados a esto, tambi&eacute;n hoy, especialmente hoy: a poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que nos salva. (Sintetizado de: Papa Francisco, Homil&iacute;a, 25-X-2015). 
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Santo Evangelio domingo 27 de octubre de 2024 

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